Los celulares y los pobres
Oí decir a un trabajador doméstico, un joven de 16 años jardinero de una casa vecina: "no usaré más mi celular porque no tiene cámara". Al notar cierta impotencia en su rostro me robé parte del dialogo, para conocer sus razones. El me decía que necesita un celular con cámara porque quiere llevar a su pueblo las fotos que se toma para mostrarlas a su mamá. Esto representa, para él, una verdadera necesidad y, ante la imposibilidad inmediata de complacerse, ha decidido dejar de usarlo. No vi en el joven (contrario a mi pensamiento inicial) el menor grado de vanidad, sino más bien de autocastigo.
Gasto VS Ingresos
El joven se había venido del campo a trabajar a la ciudad para darse la oportunidad de estudiar, y según él, ayudar a sus padres. Su madre cada día lo llama, indaga los lugares que ha visitado y se mantenía al tanto de las andanzas que él le contaba. Yo seguí preguntando interesado en el tema y haciendo cuentas rápidas, concluyo que el gasto en llamadas de hijo y madre es bastante elevado para el nivel de ingresos que recibe el joven.
No cabe dudas que sus lazos familiares y sociales se mantienen mejor soportados y que la seguridad personal y familiar también, así como las oportunidades de negocios. Estas son las teorías de los conocedores sobre estos temas que justifican la incursión creciente de la telefonía móvil en los estratos bajos. Entonces el celular se volvió un elemento de la canasta familiar que llega a donde no llega el cable y en el caso de los pobres, además, más costoso debido a que ellos tienen menores oportunidades de administrar el gasto por irregularidad del ingreso.
Es bastante seguro que estos equipos están relegando necesidades básicas insatisfechas, como alimento y vestido. En el caso de nuestro joven, a pesar de su autocastigo seguramente no podrá desprenderse de las acostumbradas llamadas de su madre y tendrá que esperar unos días por un nuevo modelo que sin lugar a dudas adquirirá a costa de sacrificios.
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