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2 de agosto de 2020

UNA REALIDAD MACONDIANA

Por estos días de cuarentena, comienzo a entender con impecable claridad a José Arcadio Buendía, el personaje de  cien años de soledad cuando en los inicios de sus arrebatos de locura, descubrió que todos los días eran iguales y que no tenía sentido que los nombran distinto, si allí estaba el corredor de las begonias, el cielo, las paredes, todo igual le dijo a su hijo Aureliano –Hoy sigue siendo lunes como ayer. “volvió a vigilar la apariencia de la naturaleza, hasta que no tuvo la menor duda de que seguía siendo lunes”.

        Fuente: https://cambio24.com.co/re-imaginando-a-macondo/

Ese descubrimiento, tal como otros que hizo José Arcadio, por ejemplo, cuando sudoroso y temblando de pánico le contó, con ademanes premonitorios a su familia que la tierra es redonda como una naranja, ante lo cual su esposa Úrsula Iguarán lo increpó porque le estaba metiendo en la cabeza ideas de gitano a los niños. Posteriormente, su amigo gitano Melquiades, exaltó su inteligencia y habilidad especulativa, aclarando que había descubierto una teoría ya comprobada y desconocida en Macondo en ese momento.  

En efecto, los seres humanos solemos categorizar de forma errada la realidad. Los días son iguales en cada hemisferio de la tierra, realmente lo que cambia a un día de otro son los actos que hacemos las personas, así: el lunes se considera el día fuerte de trabajo, hacemos agendas para los siguientes días, de acuerdo a las necesidades que se presentan, esperando con ansiedad la llegada del viernes, a tal punto, que inventamos un día intermedio: el juernes antes del viernes; este último es un día que da una oportunidad de esparcimiento, así como el sábado (rumba, fiesta, guacherna) y el domingo, considerado un día de descanso total, reencuentro familiar y preparación para el esperado lunes.

En la medida que nos compenetramos con una rutina, se pierde la noción del tiempo, a veces no hemos levantado bien la cabeza cundo ya es el otro día. Es allí cuando  empezamos a darnos cuenta que todos los días son lunes y, a entender que García Márquez sabiamente predijo que las generaciones estábamos predestinadas a morir bajo cien años de soledad. El realismo mágico en los tiempos del coronavirus no es una casualidad. Tuvo su Inicio en ‎Wuhan‎, China, siguió atacando fuertemente en Italia y otros países de Europa, hasta cubrir los rincones más apartados del mundo a través de un contagio con finales impredecibles como la soledad que acompañó por siempre a los personajes macondianos y ahora mismo a nuestra sociedad, esa misma que se dibuja como la nueva sociedad del conocimiento, la cual desconoce la forma, el origen, las modalidades y los efectos que produce un pequeño virus, al parecer previsto por el sabio Nostradamus, Bill Gates, por muchos videntes y religiones, así como sus consecuencias, entre las cuales cuenta, que las personas serian marcadas o identificadas con un código incorporado en su propio cuerpo. Algunas de estas cosas pueden parecer de película, inverosímiles, muy ciertas o bíblicas; nada más aterrizado para entender que el mundo da vueltas y que pasa por ciclos que permiten las transformaciones y cambios multigeneracionales y sociales del universo, tal como la llegada del mesías, las glaciaciones, los viajes espaciales, los diluvios y otros tipos de guerras y pandemias preexistentes.

Con todo esto, quien pudiera pensar que ese hombre que murió de locura, amarrado en el árbol de Castaño del patio trasero en la más encantadora casa de Macondo, llegara a entender tan frágilmente la ambigüedad del tiempo y a determinar que todos los días son lunes, y menos se pensaría, que esa soledad macondiana atropellara hoy a toda la humanidad.