Serie de didácticas de
aprendizaje desde las motivaciones de los alumnos
Al finalizar el mes de julio del año 2012 se produjo un
apagón generalizado de 6 horas que afectó a siete municipios del departamento
de Córdoba, ubicado en la costa caribe Colombiana a raíz de la caída de 36
torres eléctricas como consecuencia de un vendaval que azotó a la región y que
trajo consigo, en los días siguientes, el racionamiento de energía durante cuatro horas diarias, mientras se hacían las adecuaciones para restaurar el
servicio.
Al inicio del siglo IV A.C., un magnánimo y pequeño
individuo llamado Aristóteles creó la escuela peripatética en el liceo, que era
en ese entonces y todavía hoy, un lugar o centro de enseñanzas, donde se
imparte la cátedra a los alumnos. El
nombre dado a la escuela peripatética procede de la palabra griega ‘ambulante’
o ‘itinerante’ o bien por los portales cubiertos de ramas del Liceo conocidos
como ‘perípatoi’.
Bien, ahora se preguntaran los lectores: ¿qué relación tiene
la escuela peripatética del siglo IV antes de cristo, con un apagón
contemporáneo? y ¿qué analogía tiene estos dos elementos en tiempos tan
distantes con la auditoria financiera, mencionada en el título de este
escrito?
Para dar respuesta a estos interrogantes es
necesario plasmar la ubicación de los hechos que se relatan a continuación:
Como docente de la Universidad del Sinú y ante la dificultad
de un adecuado desarrollo de clases durante los racionamientos de energía
eléctrica referidos anteriormente, y dando cumplimiento al instructivo de la
decanatura de la facultad de Ciencias Económicas Administrativas y Contables, de efectuar las clases de rutina, aunque se presentaran
fallas en el fluido eléctrico. Ese día me correspondía clase de Auditoría
Financiera con un grupo de 40 estudiantes ante lo cual se me prendió en mi mente, la
vieja chispa filosófica, rememorando los temas explicados por mi profesor de
filosofía más de dos décadas atrás.
Se trataba de un recuento de la clase peripatética de Aristóteles en la cual él filósofo deambulaba por los pasillos del liceo con su grupo de alumnos enseñando clases de lógica, con fuerza en Botánica y ciencias naturales. La información que en aquel momento me suministró mi profesor de filosofía quedó finamente marcada en mi mente, de tal manera que en repetidas ocasiones durante estos más de veinte años la recordaba graficando en mi mente a un pequeño filósofo deambulando con sus alumnos por una escuela con pórticos y jardines suprémamente convocados y emocionados en dar solución a los grandes problemas del mundo.
En contraste con lo anterior, como elemento favorable, el
grupo que me esperaba para recibir la sacrificada clase de auditoría, era de aquellos grupos donde la mayoría de los estudiantes tiene verdadero interés por el
aprendizaje y la consulta de los temas propuestos. Lo había percibido así en los encuentros de
las clases anteriores.Se trataba de un recuento de la clase peripatética de Aristóteles en la cual él filósofo deambulaba por los pasillos del liceo con su grupo de alumnos enseñando clases de lógica, con fuerza en Botánica y ciencias naturales. La información que en aquel momento me suministró mi profesor de filosofía quedó finamente marcada en mi mente, de tal manera que en repetidas ocasiones durante estos más de veinte años la recordaba graficando en mi mente a un pequeño filósofo deambulando con sus alumnos por una escuela con pórticos y jardines suprémamente convocados y emocionados en dar solución a los grandes problemas del mundo.
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